jueves, 1 de abril de 2010

El documental, cuando el cine deja de ser cine


En los últimos años ha habido un género que ha crecido como ningún otro en el panorama cinematográfico y que ha experimentado una notable corriente de seguidores tanto dentro como fuera de las salas. Me estoy refiriendo al género documental. Y es que, a diferecia de otros géneros, el documental se define por representar la realidad en el medio audiovisual y toca temas de interés general u otros no tan conocidos por la gente además de contar con la ventaja de que puede llegar a un público más amplio que una película, puesto que lo que ocurre en ésta es ficción y lo del documental, ya sea mediante imágenes reales, reconstruidas, iconográficas o sonoras, es realidad. En ellos siempre está presente la figura del narrador, que dota la historia de sentido y significado mediante su presencia sonora en off. El género documental ha evolucionado mucho a lo largo de la historia del cine y en la actualidad cuenta con diversos subgéneros, tales como los documentales de creación, los reportajes, los docudramas (personajes reales se interpretan a sí mismos) o mockumentary (falso documental, donde se distorsiona la realidad). En los inicios del cine a finales del siglo XIX fue el género más característico, ya que tuvieron que pasar varios años para que se filmara la primera película con argumento. Los hermanos Lumière, padres del cine, lograron captar por primera vez en la historia con imágenes en movimiento la vida cotidiana de la gente en las ciudades, sus trabajos... A medida que el cine evolucionaba como espectáculo de masas el documental iba decreciendo, aunque hubo muchos cineastas que siguieron experimentando con él. Dos de los más famosos fueron el estadounidense Robert Flaherty, considerado el padre del cine documental y que con su película Nanook el esquimal (1921) logró dotar al documental de lenguaje cinematográfico sin salirse de la realidad; y el soviético Dziga Vertov, creador del cine-ojo y consistente en filmar la realidad tal y como es, sin trucos y experimentando con el montaje. Su obra cumbre es El hombre con la cámara de cine (1929), una de las primeras películas con un montaje previsualizado y experimental y sin los intertítulos típicos de las películas mudas. La línea de Vertov fue seguida por el español Luis Buñuel en el documental Tierra sin pan (1932), en el que se muestra la degradación humana en un pueblo del interior de España. Con la llegada del cine sonoro el documental perdió fuerza y naufragó en la marginalidad, no siendo hasta la llegada de la televisión cuando cobró fuerza de nuevo gracias sobre todo a National Geographic, que desde 1964 está a la cabeza en la producción de documentales televisivos. Desde principios del siglo XXI el documental ha avanzado a pasos agigantados, gracias sobre todo a Internet y a su exhibición en las salas cinematográficas, lo cual ha propiciado que compitan en festivales junto a las películas y sean reconocidos entre los críticos y el público. Paradójicamente el documental se ha afianzado como un género importante a la par que otros han decrecido notablemente en los últimos años. Sin duda alguna es el género del futuro.

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